miércoles, 16 de mayo de 2007

Durmiendo con el enemigo


En el sexo es cuando mejor puedes conocer a tu pareja, es en esos momentos que sus verdaderos "principios" y "gustos" salen a flote.

Las personas pueden hablar durante horas sobre sus sentimientos, sus pasiones, sus gustos, sus razones y sus principios, pero es en la cama, es en el calor del momento, es en ese instante preciso en el que dominan sus instintos y su parte más feral, que su subconciente se revela y se da a conocer como es en verdad, dejando al descubierto la verdadera naturaleza de esa persona.

Esto nos sucede a todas y a todos, es parte de uno mismo, es parte de nuestra naturaleza.

La forma de tocar a la pareja, la forma de acariciarla, la mirada, la respiración, todo nos traiciona al darle rienda suelta a nuestros impulsos, al saciar nuestros primitivos instintos es que nos abrimos al otro y nos mostramos tal cual somos, es inevitable.

Tal vez el otro no se dé cuenta o tal vez podamos recobrar nuestra pose en un instante, pero es precisamente en un instante que quedamos desnudos y vulnerables.

En lo personal me gusta observarlos mientras estamos juntos, se aprende más por la simple observación que por las conversaciones, un gesto o una mueca me puede indicar una cualidad o puede abrir mis ojos a un defecto terrible. Para mí, la forma de acariciar, de tocar, de ver a la otra persona me indica el grado de interés o la intención verdadera detrás de sus palabras.

Experiencias más, experiencias menos, me han hecho una mujer observadora, generalmente no creo ni un 60% en las palabras ya que en el pasado me durmieron con ellas y me dejaron recuerdos no gratos.

Para mí eso de "una imagen dice más que mil palabras" no es un dicho, es una ley.